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A veces hay que abrirse y enseñar el alma.

miércoles, 7 de enero de 2015


A las ocho de la tarde los domingos estás mas presente. Cuando recojo la mesa y pienso en como me gustaría estar en la cafetería contigo. En la mesa redonda al lado de la barra contra el cristal, sentados uno al lado de otro.

A las 10 de la noche, de ese domingo pienso en lo estancada que seria esa vida. La cafetería de siempre, la calle que da al portal de cuando llueve, la sala de cine que nos gusta. Y es en ese momento en el que detesto el sabor agridulce que se forma cuando esta todo demasiado planificado. Como si la diversión tuviera un horario y un lugar. Tuviese que durar un tiempo determinado, para que todo fluya sin que nada influya. 

Menuda chorrada.

Y entonces entorno a las 12, me voy a dormir, y realmente estoy tan cansada, que mi unico deseo volver a empezar, from  scratch. Con todo nuevo, con mas libertad, con una versión de mi misma, sin limitaciones, con una vida en la que lo único importante, es seguir respirando y en la que tu, no estas incluido. Se que debería sentirme culpable por saber en el fondo del alma que no te quiero, y lo se querido, porque si soy sincera la última persona en la que pienso antes de dormir, no eres tu. 

                                         
Soy yo.

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