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A veces hay que abrirse y enseñar el alma.

viernes, 22 de marzo de 2013

Una suave brisa primaveral entraba por aquella ventana, cubierta por una floreada y vieja cortina de algodón, que lograba despeinar su cabello color café. Aquel día se veía más azul que el resto en lo últimos tres meses, anunciaba a un buen octubre. Siempre le había gustado ese mes, lograba sonar ligeramente armonioso, como mariposas en el estómago... pero mucho menos cursi.
Se había olvidado como se solía sentir en aquella época del año; parecía que flotaba, que no pesaba nada, y que era sutilmente invisible a los ojos de los demás. Se limitaba a observar y a oír por la ventana como el viento golpeaba al agua de la piscina y generaba leves olas, al mismo tiempo que leía algún clásico de Cortázar.
Generalmente se sentía media triste... media contenta, como encerrada de un relicario de oro, que podía resquebrajarse hasta con el más mínimo rasguño, con ese precioso entusiamo que con melancolía llaman juventud, esos momentos por los cuales el paso del tiempo es lo único que desgasta, pero que ella todavía conservaba ese "algo" que la convertía en especial. Un brillo que pocas personas podían llegar a descubrir, muy escondido dentro de su alma.

2 comentarios:

la chica de la sonrisa rota dijo...

Le daría al "me ha enamorado" si hubiese un botón.

Clara Muñoz dijo...

puedo decir exactamente lo mismo de tu blog

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