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A veces hay que abrirse y enseñar el alma.

domingo, 11 de mayo de 2014

Cada vez que caían a la mesa, sus miguitas de pan era como un recordatorio de lo insignificante. No importa que hagas o a dónde vayas para distraerte, la realidad te alcanza en algún momento. Y te sacude. Te pone en tu sitio. Es por ello que  me agradezco a mi y a mi suerte la conciencia, la obtención de las decisiones lánguidas y los momentos de revocaciones a ella. 
Arriesgue el beneficio de la duda a los que un día perdieron la esperanza o la conceptuación. 
¿Por qué? 
Desde que luego que si fuera fácil, lo harían otros.



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