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A veces hay que abrirse y enseñar el alma.

jueves, 27 de junio de 2013

Solía admitir que había canciones que hablan de ti, que me podían decir todo lo que quisiesen pero a mí las piscinas me daban alas, sabía que existía una estrella más brillante que cualquier otra y era a esa a la que había que pedirle deseos. Me gustaban las cosas en lineas rectas y por columnas aunque siempre había alguien que las desordenaba, solía parecer molesta ante según que conductas pero si no se producían, las echaba de menos. Había crecido viendo las palmeritas de mi madre y sus colecciones de galletas que siempre recordaban a las mariposas. Me gustaba el toque de canela que había en casa, después de una tarde de domingo. Me decían que si me esforzaba, lo conseguiría es de las pocas cosas que creo de veras. Había visto a cientos de ellos, muchos me habían gustado, otros simplemente aparecieron, otros al contrario se dejaron tanto a ellos mismos, como a mi, como a nosotros, supongo que si tuviera que decir algo en claro, sería que si algún día digo que estoy enamorada
sera de Madrid. 

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