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A veces hay que abrirse y enseñar el alma.

martes, 12 de noviembre de 2013


Posiblemente eran las 7 de la tarde. Jodido noviembre, soplaba ese viento helador de manos rojas y pelo revuelto. Llevaba caminando 15 minutos contando mis pasos para olvidarme de a donde me estaba dirigiendo. Tenía parte de mi cuerpo congelado pero no podía sentir  más calor en mi. Me sabia el camino de memoria por lo que evitaba mirar al frente para ver por dónde iba, eso lo hacía demasiado real. Mis cordones chocaban sin preocupación contra la lengüeta de mis botas de forma desordenada y sin compás alguno. De repente se nubló, el Sol se fue y me vi forzada a mirar al cielo en busca de la nube que provocaba que la sensación fuera aun mas fría y  en aquel momento allí esta. Puede que soplara viento pero parecía como si a él no le afectase, como si éste se detuviera en su presencia y no chocase en su contra. Su peinado permanecía intocable, tenía los ojos medianamente cerrados y traía esa cara de estoy enfadado pero no quiero. Estoy segura de que, sus pasos en ese momento se duplicaron y en menos de tres segundos estaba a dos metros de mí. Mentiría si dijera que no había practicado esta conversación con el espejo pero en ese momento solo conseguía pensar en la nube que nos hacia sombra. 
Sin pensar lo dije.
-No te vayas 
-Pf, no me jodas- dijo dando media vuelta. ¿Qué? ¿Donde ponía que esto iba a pasar? No correspondía que fuera así, no se iba a reducir a eso. Por eso, porque estaba harta de hacer lo que se supone que debe pasar, le agarre del brazo, puse mi mano en su cara y mi hundí en sus ojos como siempre hacia él en mi y como siempre había sido y como debe ser.  
-Vuelve. Porque no lo soporto más 

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