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A veces hay que abrirse y enseñar el alma.

miércoles, 23 de abril de 2014

Abria la puerta a las ocho de la tarde con  la misma impresión. Últimamente  pesaban menos los días. Era anochecer de café y manta. De achuchón, sonrisa y sábanas revueltas .No es que fuéramos como Romeo y Julieta o  Calisto y Melibea ni siquiera nos acercamos a expectativas de parsimonia y placidez. Asumíamos plazos de alacridad y compromiso, de morderse los labios y suspirar por dentro. Era como una casa a la que habían quitado las paredes, los muebles y los tabiques y en las ventanas se hundían gotas. Y por el simple hecho de que  no  pretendo privarme del sencillo placer de decir la verdad, renunció a mi y a ti en vida, renunció a asentarme en algo porque no quiero nada.
Sino yo; y tu a veces,crecer y leer. Y que suene tu voz en mi canción, por si morimos separados. 

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